Anality: evolutionary border
Seminario impartido dentro de los cursos de Especialización en Psicopatología y Psicoterapia de Niños y Adolescentes realizados en Bilbao 2010 (ALTXA) y Madrid 2011 (SEPYPNA)
Pilar Puertas Tejedor
Psicólogo clínico Psicoanalista. Miembro Asociado de la APM.
RESUMEN
El título del tema que tratamos condensa el contenido del mismo; se enfoca la Analidad como eje fronterizo desde los planos objetal narcisista y simbólico. Eje desde un “uso” del objeto con servidumbre narcisista hacia la aprehensión del mismo con menos carga subjetiva; eje desde un narcisismo aún tambaleante hacia el empuje que posibilita el desarrollo del narcisismo secundario en la fase fálica y eje fronterizo de un YO precario aún en su función simbólica, a un YO gestionando lo pulsional con una asistencia objetal interna que propulsa los llamados procesos terciarios.
PALABRAS CLAVE: Anal, objeto, narcisismo, simbólico, yo.
ABSTRACT
The title clearly shows the subject under discussion. Anality is approached as a borderline from the narcissistic and symbolic objectal planes. One is the area in which the object is used for narcissistic purposes and takes on a less subjective meaning; this still fragile narcissism moves towards the push that makes development of secondary narcissism possible in the phallic stage. The borderline lies between an “EGO” whose symbolic function is still precarious and an “EGO” capable of managing drives with internal objectal assistance which powers the so-called tertiary proceses.
KEY WORDS: Anal, object, narcissism, symbolic, ego.
INTRODUCCIÓN
Elegí LA ANALIDAD, como tema de reflexión para el Seminario, porque considero que la comprensión en profundidad, de esta encrucijada evolutiva, constituye una herramienta importantísima para nuestro equipamiento metapsicológico en la atención clínica a nuestros pacientes.
En efecto, la Analidad va a ser el último bastión de una economía psíquica apremiada por una precariedad narcisista, que solicita al objeto como soporte.
Va a ser un territorio bisagra entre lo Narcisista y lo Objetal, entre la necesidad y el deseo hacia el objeto, entre el “uso y la utilización del Objeto” (Winnicott), entre una pulsionalidad invasiva, que anega la capacidad yoica de gestión, y una incipiente capacidad de este Yo de manejarse dentro-fuera siendo y teniendo.
El territorio evolutivo que nos ocupa, cuenta con dos momentos que los autores han convenido en llamar 1o y 2o Estadío Anal. Es entre el 1o y 2o dónde se marcaría la línea divisoria, entre los trastornos identitarios narcisistas y los funcionamientos neuróticos. Atravesando con éxito el primer momento, el sujeto se va a encaminar hacia un funcionamiento más neurótico, sentando las bases psíquicas para acceder a la configuración edípica. Empuje, éste, definitivo para la aprehensión de la realidad, con la complejidad que imprime el 3o, obligando al sujeto a abrirse a la 3a dimensión, externa e internamente. En efecto, aquí se abre la conquista a lo incognoscible, el descubrimiento de la bondad de aquello que no se controla… la metáfora de la cámara nupcial de Meltzer.
Volviendo a la Analidad, su fenomenología nos obliga a escindir el conjunto de elementos que se mezclan para estudiarlos separadamente. Queda implícito que cada uno de los planos de reflexión que vamos a abordar se presenta en íntima conexión con los otros.
Nuestro propio procesamiento psíquico necesita aislar los elementos para que luego puedan ser integrados sin que se confundan unos con otros. Esta metodología de estudio está creada en los procesos de escisión evolutivos de la psique. Separar para unir en una comunión dónde los elementos que la integran se puedan enriquecer mutuamente.
Vayamos, pues, a los planos de abordaje de la fenomenología anal.
El primero va a hacer alusión a la relación de objeto: aquí trataremos de entender quién es el sujeto anal, quién es el objeto para este sujeto, cómo es la investidura anal, cómo se organizan los intercambios entre el sujeto y el objeto, para terminar hablando brevemente de la Neurosis Obsesiva como estructura psíquica testimonial de una fijación anal.
El segundo plano que nos ocupa es el del narcisismo, narcisismo tambaleante en el primer subestadío anal; más apuntalado en el 2o, dónde se conseguirá el empuje del narcisismo secundario, con la adquisición fálica soldada al 2o subestadío anal.
El tercer plano va a ser el de la simbolización. Hablaremos del equipamiento yoico, en su función de representancia para establecer la figuración de lo interno y externo, y el tránsito hacia los procesos terciarios (Green) propios del funcionamiento neurótico. Terminaremos con una reflexión sobre las patologías en dónde la fijación en la analidad se presenta con más evidencia como es la Neurosis Obsesiva,
Finalmente, al hilo de la exposición teórica, voy a ir intercalando alguna viñeta clínica que nos permita ir ilustrando los contenidos teóricos que van apareciendo.
PRIMER PLANO: RELACIÓN OBJETAL
a.-¿QUIÉN ES EL SUJETO ANAL?
Nuestro sujeto ha conseguido establecer una cierta delimitación territorial, con un marco psíquico, sostenido por la percepción de un cuerpo envuelto en una frontera- piel dónde existen orificios-pasos fronterizos, zonas de intercambio objetal. Los orificios oral, anal, uretral se invisten como zonas de paso y sobre ellos se simboliza el dentro-fuera que irá a ser figurado como una membrana osmótica que facilita la comunicación con una selección adecuada de lo que se deja pasar y lo retenido dentro.
En el primer Subestadío Anal esa membrana no tiene, aún, la consistencia simbólica suficientemente desarrollada como para garantizar la contención de las emergencias pulsionales, el temor al descontrol y a ser invadido por el afuera, también a ser invadido por lo interno ya que existe todavía una confusión entre el sentimiento y el acto por la fragilidad de la simbolización de los afectos. El temor a la invasión externa origina la necesidad de mantener a su objeto a una cierta distancia: poseído y controlado; temido y anhelado… en un requerimiento atormentado por necesitarlo para su propia sostenibilidad narcisista y afectiva.
Nuestro sujeto se descubre activo en el manejo de su pulsionalidad, dicha actividad le rescata de la indefensión de la pasividad oral. La actividad y la agresividad se ponen al servicio del reaseguro narcisista.
Existe, pues, en nuestro sujeto, aún, una autofiguración y una delimitación identitaria con una frontera territorial tambaleante que le obliga a esclavizar al objeto y a la vez, ser esclavo de él.
b.-EL OBJETO ANAL
En efecto, nuestro objeto anal es un objeto que carece de libertad propia, desde la percepción del sujeto, va a ser solicitado desde la servidumbre narcisista, por lo que va a estar sujeto al apremio cargado de agresión, para ser consumido y desechado. Una vez haya cumplido su requisito, seguirá el destino de la comida en el tracto digestivo: engullido, asimilado y expulsado como excremento.
Nuestro objeto tendrá una gran carga proyectiva, va a carecer de un perfil propio, carismático, no se le ama, se le necesita, es perfectamente sustituible ya que su función de servidumbre puede cumplirla otro y a la vez es imprescindible. Prescindible en su ser, imprescindible en su función.
La autopercepción va a girar en torno a superar-oponerse al objeto que sigue siendo el eje del cual se sigue dependiendo para reconocerse y sostenerse.
La autopercepción va a mantener una simetría con su objeto. El ser se va definiendo en función del objeto. Ser más o menos… Aún no se ha alcanzado la autopercepción individual que daría lugar a ser diferente con la aprehensión de las cualidades diferenciales que hacen de cada individuo humano, un ser único.
La fragilidad de la frontera, también genera la tendencia a recurrir a mecanismos dónde ésta, se desdibuja aún más, como son las proyecciones e introyecciones, por lo tanto el objeto va a ser percibido con interferencias en cuánto a las atribuciones que se le han depositado.
Winnicott define esta situación objetal como “el uso del objeto”, esto va a dar lugar a una aprehensión del entorno, con una importante carga de lo interno, en dónde la percepción de lo real queda desdibujada aún.
La carga proyectiva va a tener las características de lo absoluto, la omnipotencia infantil liderado por el Yo Ideal, esto hace que el objeto sea requerido de forma perentoria e imprescindible, es aquel-aquello que da sentido a la propia vida y si no está se convierte en el paradigma de la maldad.
La idealización y la desconfianza están servidas. Las relaciones carecen aún de una posibilidad de intercambio enriquecedor y mutuo. La comunión en la diferencia va a tener que esperar hasta el 2o Subestadío Anal, y la organización edípica para poder ser disfrutada. Esta nueva organización permitirá la apertura a los vínculos, dónde el 3o impone la presencia de lo real… dando lugar a una tercera dimensión. Aquello de fuera incognoscible, ausente, pero no por ello inexistente., ni malvado.
c.-LA INVESTIDURA ANAL
Vamos a detenernos para tratar de perfilar el tipo de investidura que caracteriza las relaciones objetales, aunque ha quedado más o menos implícita en los apartados anteriores.
El amor a las materias fecales es la primer manifestación de amor de un objeto percibido como independiente del propio cuerpo. Frecuentemente la retención, y el control de las heces son los prototipos de la conservación y del control de estos objetos cuya posesión es tan necesaria para el equilibrio narcisista del sujeto. Esta relación con las heces hace de puente o bisagra entre el narcisismo y la relación de objeto (Abraham).
Mediante sus actividades anales, el obsesivo y el niño, expresan sus diferentes sentimientos con respecto al objeto. Las heces pueden tomar el significado de un buen objeto que se da por amor, o de un instrumento de destrucción por proyección sobre ellas, de los afectos del sujeto; siguiendo la predominancia de uno de los dos pares antitéticos amor-odio. Dicha alternancia sólo va a poder llegar a una integración en el 2o Subestadío Anal, dónde la intrincación de la libido y agresión permite que la investidura afectiva llegue a la llamada ambivalencia, y salga de la divalencia.
La fragilidad en la internalización de un objeto total, dónde la integración ambivalente se haya logrado, lleva a nuestro sujeto a vivir los horrores de mantener como anclajes objetales, introyecciones parciales cargadas de investidura agresiva de gran intensidad. Esto puede acarrear estados de pánico, como veremos más adelante en la viñeta clínica que voy a exponer. Veremos que el sujeto se siente habitado por una sustancia mala que pone en peligro su existencia e individualidad.
El gran problema en este 1o Subestadío Anal es el manejo de la agresividad, una agresividad que también se vive en clave omnipotente (“si me enfado mato”) y que provoca la utilización de mecanismos radicales como la disociación entre afecto y representación, la negación, etc… El dominio y la sumisión expresan modalidades de investidura generadas por estas dificultades. Tenemos el ejemplo del niño encoprésico que retiene sus heces por la carga omnipotentemente buena o mala que les atribuye y no las suelta para no herir o no vaciarse de contenidos absolutamente necesarios.
d.-2º SUBESTADIO ANAL Y SUS ADQUISICIONES
El fondo de angustia, llamémosle pregenital, dónde el narcisismo –como decíamos-no cuenta aún con un apuntalamiento interno consistente que caracterizaba al 1o Subestadío Anal, va a irse atemperando en el 2o Subestadío Anal, éste prepara a nuestro sujeto hacia la elaboración edípica, con la complejidad que esto conlleva.
En este 2o Subestadío Anal, se va a conseguir una doble interiorización: la del objeto, que ha adquirido un estatus narcisista benéfico y la de una función yoica qe implica el control interno de los dinamismos pulsionales violentos en su vertiente destructiva. Esta última capacidad facilita la gestión y contención de las llamadas emergencias pulsionales y la capacidad de dosificar el intercambio de lo que sale de dentro y lo que se preserva. Aquí se irá estableciendo la diferencia entre sentir y hacer, no es lo mismo sentirse odiando que actuar el odio.
Winnicott, en su artículo sobre “el uso y la utilización del objeto” instrumentaliza la agresividad al servicio de la elaboración de la alteridad y el descubrimiento de la realidad en su aprehensión objetiva. Dicho descubrimiento se hace posible por la percepción de un objeto sobreviviendo al sentimiento de odio asesino consecuente con la frustración. Este movimiento posibilitado por una agresividad que se descubre “inocente” y no asesina, es la que abre la distinción entre lo perceptivo y lo representado.
El sujeto del 2o Subestadío Anal va a poder navegar por sus emociones con la garantía de que ésta va a ser una navegación íntima, contenida en su interior, sin peligro de derivar en actuaciones que pongan en riesgo sus relaciones objetales. Dichas relaciones empiezan a ser vividas desde otro ángulo, la de percibir “un Otro ajeno a mí que puedo seleccionar, rechazar, curiosear, etc… en función de poder percibirle con una definición propia que despierta mi curiosidad e interés”. Esto es lo que llama Winnicott la utilización del objeto que en clínica permitirá el uso de la transferencia, como instrumento psicoterapéutico. Esto implica que en la aprehensión de los objetos del entorno, lo subjetivo y lo objetivo, conviven enriqueciéndose mutuamente. El objeto puede ser percibido objetivamente, no exento de la carga subjetiva de la que es depositario; aquí se abren los llamados Procesos Terciarios que Green ha definido como la convivencia exitosa, el Dentro-Fuera, y la capacidad de establecer el juego psíquico entre proceso primario y proceso secundario.
Con todo lo expuesto se entiende mejor que los autores hayan ubicado entre el 1o y el 2o Subestadío Anal, el eje evolutivo que separa la organizaciones no neuróticas de las neuróticas.
ÓPTICA NARCISISTA DE LA FENOMENOLOGÍA ANAL
Recordemos a Freud: El decía que una estructuración de la personalidad efectuada bajo el primado de lo genital y de lo triangular edípico, supone una completud edípica suficiente previamente realizada tras el pasado relacional pre-genital del sujeto.
No me voy a detener en la estructuración narcisista pregenital porque esto merecería, por sí mismo, un seminario cómo el que nos ocupa. Pasaré someramente a describir la conquista de ese equipamiento, me refiero al equipamiento narcisista, que se irá dando a lo largo de la primera infancia, y es la consecuencia de un acoplamiento exitoso con el objeto.
Las primeras formas de satisfacción, es decir, el primer vínculo supone la construcción y el encuentro con un objeto doble de uno, no es fusión, es un semejante. Es el concepto de relación homosexual primera en doble, núcleo de la experiencia de satisfacción del Narcisismo primario. El objeto acepta “jugar” de forma satisfactoria, es la función de Espejo Primario. Se va organizando un vínculo suficientemente seguro con un objeto investido progresivamente “percibido-construido” y concebido como un doble de sí. Se instaura el placer captado en el ballet del encuentro con otro, lo suficientemente similar y lo suficientemente diferente. El fracaso en este “ballet Corporal” inicial implican los fallos narcisistas (Rousillon “La naissance de l’objet” (2010),
La vivencia de uno mismo, pues, es una conquista del Yo, asistido por un objeto que refleja, como en el mito de Narciso, la imagen proyectada en el estanque de la mirada objetal. La condición es que el estanque no contenga aguas turbias o contaminadas con una carga propia que enturbie
la visión del niño. Es en este caso cuando se darían las ingerencias de los narcisismos parentales que van a interferir en el equipamiento propio. (El texto de Francisco Palacios y Juan Manzano sobre los escenarios narcisistas de la parentalidad, darían cuenta de este tipo de ingerencias).
Se va estableciendo el juego de reflejos internos del llamado “doble autoerótico” en el que el sujeto es al mismo tiempo objeto pasivo-observado y sujeto activo-observante. Este proceso conlleva investir incesantemente el cuerpo erógeno, apropiarse de sus propios miembros, de sus zonas erógenas, que van eclosionando, precisamente, al contacto con el objeto y con la participación de su investidura libidinal. De ahí su cualidad, a la vez, de separar y unir; el Yo-Cuerpo y la representación de sí, le serán tributarias.
Sobre la vivencia de un cuerpo investido libidinalmebnte por el objeto, se va erigiendo la capacidad de observarse, que deriva en el llamado Yo Observador de la tercera dimensión psíquica, dónde el sujeto va a desarrollar la capacidad de auto-observarse. Todos los verbos reflexivos testimonian la función de ese Yo Observador: pensarse, cuestionarse, quererse, compadecerse, etc…
La conquista narcisista pregenital podría definirse, como la conquista de vivirse siendo uno diferente del objeto, con una investidura auto, estable, con ligeras incursiones ocasionales al reclutamiento de la sostenibilidad del objeto, para verse y reconocerse.
Va a ser en el 2a subestadío anal, dónde va a culminar el llamado Narcisismo Secundario que respalda la vivencia, no sólo de ser, sino de contener, valía, poder…, es el narcisismo mas uno que dice Eiguer, el anterior era el básico, el narcisismo cero.
Este movimiento hacia el narcisismo secundario va a requerir el aporte donado por los padres que, a su vez, pudieron albergar ese sentimiento de autovalía, inviolable que puede compartirse y se puede donar. Esto implica una representación narcisista íntima bien asentada por parte de ellos con una investidura estable, que al ser transferida no se daña o desgarra, sino que se renueva permanentemente. Los padres, pues, necesitan haber desarrollado un Ideal del Yo funcionando adecuadamente, propulsando hacia un logro narcisista satisfactorio en el presente, pudiendo favorecer la reparación de las heridas de estos logros, con una expectativa proyectada hacia el futuro, en una negociación continua, en dónde la espera y la temporalidad mantienen el esfuerzo, con la ilusión del logro en el futuro.
Es pues, en la fase llamada fálica, soldada al 2o Subestadío Anal, en dónde el niño se siente atravesado por ese don simbólico de poder que los padres le dan, es el llamado falo. La vía fantasmática de incorporación del falo paterno-materno es anal. A diferencia del pene, con el que suele confundírsele, el falo es un objeto imaginario y simbólico, de naturaleza eminentemente narcisista, común al hombre y a la mujer. El pene es el órgano sexual real masculino.
Al adquirir el falo, el niño debe dejarse penetrar por él, no masoquistamente, sino entregarse a un deseo de incorporar algo que viene de fuera, que no daña o humilla sino que se desea obtener. Ese “algo que viene de fuera” debe estar sostenido por unos padres a los que se puede mirar con admiración.
Veamos cómo lo describe Bergeret: “Para obtener uno mismo el derecho al poder narcisista íntimo de base, habría que someterse a este poder simbólico parental, universal, todavía no sexuado, dejarse penetrar por él, pero no sádicamente sino en una posición de recepción de un don simbólico de poder por aquellos reconocidos como albergándolo. Muy por el contrario, un aporte tal, refuerza la integridad del sujeto y su plenitud.
Todas las religiones recomiendan una posición simbólica de aspecto genupectoral, de respeto y de espera hacia el potencial de poder susceptible de ser otorgado por la divinidad. En una regresión simbólica más avanzada la incorporación del Poder, se vuelve oral. (:…) También lo encontramos en la forma de armar un caballero en la edad Media, (…) de nuevo para que esto se dé, el niño no tiene que temer los efectos molestos del narcisismo parental, sino ser capaz de reconocer poco a poco lo positivo de los padres, y ver nacer, también progresivamente, las ganas de apoderarse de tales capacidades para su desarrollo”.
Evolutivamente, va a ser el falo de la madre, el que una vez incorporado, dará entrada al del padre. En el varón éste ultimo sostiene la identificación masculina.
El niño poco a poco, irá sintiendo sus erecciones, no sólo narcisistas, sino progresivamente sexualizadas, aquí se va a abrir a la heterosexualidad, y al reconocimiento de las diferencia sexual, solicitando al otro sexo diferente, para su satisfacción, la erección como un regalo no como un arma de dominio.
Es el control fálico el que, también, preparará a la niña para el goce vaginal. Cuando imagina haber dejado penetrar en su interior, y haber `podido controlar e integrar el falo materno y el falo paterno, éste último podrá ser vivido después como un pene. La sexualización de esta representación del falo vuelto pene, sostiene el principio de la identificación secundaria, y por tanto sexual, y transpone la identificación, hasta entonces primaria, -por tanto narcisista- de la niña con la madre y el padre, a Identificación Secundaria.
La incorporación del falo en ambos sexos ha requerido una integración pulsional que atempere la violencia del estado anterior y rescate al sujeto de un manejo de sus emociones con retenciones y evacuaciones intempestivas. La vivencia del intercambio se va sosteniendo en un poder dar y recibir, sin perder la integridad, ni despojar al otro de la suya.
Todo el empuje narcisista adquirido en a analidad va a permitir ir hacia los objetos desde el Deseo, sosteniéndose ambos sexos por unas identificaciones, como decíamos, de género que han sido la cosecha de una incorporación fálica adecuada. De ahí que la analidad sea considerada la bisagra entre el narcisismo y la sexualidad.
Nuestro sujeto culminando este periodo, puede recrearse en una territorialidad propia, con una demarcación más perfilada. Un continente con la posibilidad de abrirse al intercambio en función de la propia voluntad. Continente que alberga un contenido valioso y consistente, dónde el sujeto puede retirarse a descansar y protegerse de las frustraciones, que el mundo exterior, inevitablemente, le va a prodigar.
Las dificultades en la configuración de lo fálico en la fase narcisista, darán lugar a una fetichización de la sexualidad, confundiendo el falo con el pene, requiriéndolo a través de la sexualidad ávidamente en ambos sexos en una búsqueda narcisista Inagotable. El fracaso en esta adquisición lo ilustra muy bien, como dice Chasseguet-Smirgel (1978) colocando al Marqués de Sade como ejemplo de aquellos que viven en un “mundo anal” dónde todo se reduce a la misma materia y toda diferencia se elimina. La autora concibe esta degradación reductiva como la esencia del sadismo anal y la explica fundamentalmente, como una reacción ante la envidia activada por las diferencias de genero y diferencias generacionales. Todos los peligros psicológicos entre los que se incluye la herida narcisista y la envidia del pecho y del pene, pueden generar la amenaza de una regresión hacia la nada: la indiscriminación, el anonimato, la pérdida de identidad e individualidad hasta la deshumanización.
Voy a ilustrar las dificultades en la integración del Narcisismo Secundario y del aprovisionamiento en el interior de una vivencia fálica que sostiene el narcisismo, con 2 viñetas clínicas. La primera se trata de una paciente que acude motivada por un insomnio recurrente desde hace un tiempo. Tiene un funcionamiento básicamente fobico con fijaciones anales que me permiten ilustrar los contenidos que vamos viendo.
P: “Me aclaró mucho el darme cuenta de que estoy demasiado centrada en lo que no hago, pendiente de lo que no he hecho, culpándome de vaga, inútil, estoy demasiado centrada ahí, y me doy cuenta de que no lo dedico tiempo a mis hijos o a lo que hago. No lo veo. Me estoy tratando de centrar en la aceptación que tiene el ser así, y que si no hago, no pasa nada. Se me va la vida pensando en esos errores, como en esa insatisfacción y me enfoco ahí, todo en lo que no tengo.
“Es esa obsesión porque todo tiene que estar terminado como una obra de arte que tiene que ser perfecta. Hasta el último detalle, como no veo el resultado final, no valoro, estoy siglos y siglos, dándole al cincel, y después me desplomo. Por ejemplo, me voy dando cuenta que llego a casa y está todo como un volcán y recojo, y recojo, y tiene que quedar perfecto, y eso me crea muchísimo stress. Me estresa la brecha y habrá que vivir en la brecha… el saber vivir en la imperfección. No sé hacer esto. Y me digo ¿para qué me sirve la inteligencia? Hice una carrera pero, eso que se llama la Inteligencia Emocional, no la tengo… Tengo que hacer un aprendizaje desde Cero. Verme imperfecta y aceptarlo”.
(Es un relato fidedigno de la angustia de vivir tiranizada por el Ideal, la obra perfecta, la incapacidad de tolerar la castración, el límite, la incapacidad de renunciar a una proyección ideal de la imagen de sí misma).
A: “Quizás en su casa, no se le ha podido transmitir esa tranquilidad de sentirse poderosa con la brecha”.
(En esta intervención trato de llevar la dificultad de la paciente a las identificaciones con unos padres que no han llegado a transmitir un narcisismo más evolucionado).
P: “En mi ama si veo ese stress, una brecha grande, siempre esa queja de su malestar físico, ella lo llama fibromialgia, y yo veo que está molida emocionalmente. He vivido su inquietud en no poder llegar, y toda la casa patas-arriba”.
A: “¿El querer llegar a todo y no llegar a lo esencial?”.
P: “Ella cosía redes en el puerto y quería llegar a todo. Cargaba con todo… ella empapelaba la casa, la pintaba, hacía la comida, cosía, ella lo sabe todo. Era como un ídolo, como un dios. Era activa y fuerte. Cuando soy adolescente, me pone de los nervios, sigue hiperactiva. Siendo mayor se hace daño con eso, todo el día corriendo y corriendo, y me doy cuenta de que yo me repito. Es el mismo perfil. Me quiero reprimir y controlar esos espasmos”.
A: “La diosa sigue muy vigente dentro”.
P: “Debe estar muy vigente, pero no me doy cuenta,
y si lo pienso, mi abuela era igual. Ella lo abarca todo”.
A: “Sin brechas”.
P: “No me gusta nada ese mundo, no hay afectos, no hay intimidad. Es un mundo sin brechas, no recibo. Es un mundo de libro, no se habla de sentimientos… Es una relación de necesidad más que de afecto y yo tengo un pensar infantil que si no me cobijo ahí, estoy perdida. Yo voy y voy pero sin afecto.”
(La reiteración de la paciente en un mundo sin afecto, sufrido y despiadado, es un excelente relato de la tiranía narcisista dónde la escisión de lo pulsional tiene que mantenerse para mantener el Yo Ideal).
Recordemos que : “El Yo Ideal no es fruto de identificaciones secundarias, sino de una imagen antipulsional de los padres víctimas, a su vez, de un Yo Ideal omnipotente. Al situarse en un todo o nada radical y sin matices, el fracaso ante la realidad se vive como una herida narcisista y no como un sentimiento de culpabilidad negocible.
El Yo Ideal va a ser un resto del narcisismo omnipotente del infante, la predominancia de la referencia narcisista en Yo Ideal, sitúa al sujeto bajo el signo de Thanatos (“El Malestar en el Superyo”. Revista APM. Eloísa Castellanos)
Voy ahora a exponer otro ejemplo dónde, otra paciente se desliza en esta confusión a la que hemos aludido entre el falo y el pene.
Se trata de una paciente que tuvo una descompensación depresiva en la adolescencia, y que acude a mí tras la ruptura con una pareja. Tiene ahora 28 años y venimos trabajando en sus identificaciones femeninas y la dificultad en hacerse con una conquista de una identidad, en la que se sienta deseable, querible y potente.
Esta sesión es posterior a una semana en la que ella ha pasado unas vacaciones con unas amigas, y empieza diciendo cómo le irritaba una de sus amigas, porque veía que dependía excesivamente de su novio. Asocia con que tuvo un percance en dónde ella coge una maleta que no era la suya, pero que era igual. Se da cuenta al llegar al hotel, el dueño de la maleta se la reclama y vuelve al aeropuerto pero su maleta está extraviada, asocia con que ella se siente muy excluída cuando sus amigas hablan con otros chicos y ella siente que ella no es tan deseable como sus amigas y se siente invisible.
P: “Veo que la base de todo esto es la autoestima. Si no soy protagonista, me quedo atrás, y también me doy cuenta de que no hay por qué ser rivales. Tengo esa tendencia a verlo todo desde el “Todo o la Nada”.
A: “Igual le irritaba su amiga porque hay una parte de Ud. que se identificaba con ella en el sentido de depender mucho del hombre para sentir que tiene “su maleta” en su poder. Si no está con un hombre, siente que le han robado la maleta…”
(La paciente también había hecho alusión a la sospecha de que le habían robado su propia maleta y me pareció que la maleta era un buen símbolo del robo de su feminidad, en ausencia del hombre. Aquí podemos comprobar cómo hay una confusión entre el tener el pene del hombre, -es decir la sexualidad en activo-, y la vivencia fálica femenina internalizada).
P: “Es como si fuera por la vida con al cabeza agachada ¿Es que acaso no existo…? Yo soy la que me estoy comportando así no son los demás. Me doy cuenta de que en una época era superfeliz, ahora es como si hubiera perdido eso…”
A: “Pedro le robó la maleta?”
(Pedro es el antiguo novio, tras cuya ruptura tuvo que acudir a tratamiento).
P: “Sí, y poco a poco tengo que ir recuperándola. Yo le quería tanto que te quedas dependiente. En la época feliz no quedaba tanto con él… pero siempre pensaba que iba a acabar estando con él, aquello se me ha olvidado…”
A: “Quizás se sentía feliz, porque sentía que él iba a estar siempre ahí, devolviéndole su valía”.
(Ella se veía a través de él, ahora se siente invisible).
P: “Me cuesta mucho nivelar la balanza.-No pensar que yo no valgo, y que ellos les prefieren a las otras. Y la balanza sería que no, que esto no es así, que algunos prefieren a otras porque son distintas. Yo también prefiero a unos más que a otros”.
Comentario: Este material testimonia la dificultad en la espera de una relación de pareja satisfactoria, la ausencia del hombre en su vida esta muy asociada a la castración narcisista que implica la identificación de genero, cuando hay una insuficiente elaboración de las diferencias de genero.
OPTICA SIMBOLICA DE LA FENOMENOLOGÍA ANAL
En este periodo se van consolidando importantes logros en el desarrollo simbólico que van a permitir que el sujeto se sienta albergado de unos recursos con los que antes no contaba para adaptarse a la realidad. En efecto nuestro sujeto recurre a un pensamiento en el que puede irse reconfortando en ausencia del objeto, un pensamiento que distingue lo de dentro y lo de fuera, lo cual implica un gran sosiego al frenar las angustias de ser invadido o evacuarse en el exterior. Un pensamiento finalmente que sentara las bases para el trabajo de la latencia y “el placer de pensar”.
En la Analidad se consigue la integración evolutiva entre mente y cuerpo, que conduce al establecimiento de las fronteras del Yo y del sentido de Si mismo independiente, gracias a la conquista de las asistencia de un objeto estable en el interior. Esto permite el desprenderse de lo percibido como asidero narcisista. La separación dentro-fuera se logra mediante el registro psíquico continuo diferenciado de lo que se encuentra fuera y dentro, del cuerpo y de la mente. Los mundos que se encuentran dentro y fuera se han convertido en representaciones mentales.
El garante de esta representación, no va a necesitar lo percibido y esto se debe a que la elaboración de la ausencia ha avanzado suficientemente. Las diferentes escuelas han ido hablando de este movimiento aludiendo a “la separación individuación (M. Malher)”, la permanencia del objeto (Piaget), del “uso a la utilización del objeto” (Winicott).
El afianzamiento en la elaboración de la ausencia va a permitir que el objeto en el interior se pueda apartar de la conciencia, se pueda rememorar después, en definitiva se preste al “juego” intrapsiquico. La garantia de que algo sigue permaneciendo vivo sin el control perceptivo, tiene su correlato en lo intrapsiquico como la tolerancia a lo incognoscible.
El establecimiento de representaciones mentales estables que garantizan dentro la constancia objetal se hace posible mediante la transformación también de sensaciones corporales en pensamientos, de ahí que la erogeneidad de los orificios apuntale la vivencia de una frontera Yo-NoYo con aduanas-zonas de intercambio dentro-fuera dónde los contenidos de lo que sale y entra puedan ser controlados como el bolo fecal.
Es en el estadio anal dónde se establece la conquista de poner en relación el interior con el exterior (sostenido en la sensación bolo fecal-muscosa anal). Interior con exterior (sostenido sobre las heces y su expulsión). La erogenedidad de los orificios, decíamos que permiten la vivencia de un intercambio. El objeto interior despegado del exterior y el self de los objetos, establecen relaciones mutuas de intercambio y enriquecimiento.
Al mismo tiempo, la confluencia de las corrientes agresivas y libidinales en la relación objetal permiten la conquista de la ambivalencia con la apertura a vivencias más libres y dinámicas.
Todos estos logros se deben a que las representaciones adquieren un grado de complejidad y estabilidad que hacen que el sujeto pueda hacer de su pensamiento una plataforma sostenible.
Los niveles progredientes de mentalización permiten que el pensamiento vaya generando también, niveles de contención, también progredientes en el manejo de lo pulsional. Es en el 2o Subestadío anal dónde se adquiere un desarrollo yoico que va a poder manejarse conteniendo el afecto, gracias a ir generando un pensamiento que permita que la ola pulsional quede sostenida y contenida en lo representado. Veíamos que en el 1o Subestadío Anal dicha ola saltaba a menudo los diques del pensamiento para invadir y anegar al Yo, dando lugar a la actuación como una forma de luchar contra el exceso en lo intrapsíquico.
El descubrimiento de la contención desvela también la capacidad de “sentir” navegando por el espacio interior, el sentir diferenciado del hacer.
El empuje a la secundarización supone también un apertura a un pensamiento que permite ese “intercambio” con el afuera, aunque todavía la representación-palabra está a veces tratada como la representación-cosa, es decir, cargada del pensamiento animista de espaldas a la realidad. La palabra para que integre lo conceptual necesita de la colaboración del superyo post-edipico, habrá que esperar el periodo de latencia para estas conquistas. Veremos que en la Neurosis Obsesiva la regresión a este funcionamiento simbólico da lugar a un pensamiento con una carga omnipotente notable.
Será la contención de la actuación la que va a permitir, como decíamos, el relanzamiento del pensamiento y de la palabra que resulta de la suspensión de la acción como descarga.
Voy a ilustrar todo esto con dos sesiones de la misma paciente, separadas una de otra de un período de un año y medio de trabajo psíquico para demostrar el alivio que supone el trabajo en todos estos contenidos.
CASO CLÍNICO
Se trata de la paciente que nos ilustraba el trabajo en el Yo ideal.
1a sesión:
P: “Siento pánico. Anoche me pasó lo de siempre, no pude dormir, era espantoso el sentir que me tenía que enfrentar al lunes” (La paciente da clases en un Instituto, y siente temor en tener que enfrentarse a sus colegas y alumnos),
“El tipo de relación que mantengo con los demás, me tortura; la falta de confianza en que puedo despertar algún aprecio, no significo nada. Me tortura la insignificancia, el pensar que el otro no me tiene en cuenta. Esa paranoia parte de mí, es como una carrera que tengo que ganarme, un aprecio, un interés, es un descoloque, estoy fuera de juego, cada día es una lucha, comparando, intentando averiguar”.
“Con mi marido es lo opuesto, es como un enchufe. El me tiene que eliminar todo, sé que es injusto para él; soy despreciable, no ofrezco lo que soy. No me puedo entregar, soy artificial, y me quedo con toda la pus”.
Aquí vemos como la paciente vive en un estado de autodenigración, con un narcicismo muy tambaleante que requiere a su marido como un soporte, sabe que eso es injusto pero no lo puede evitar. El pánico tiene que ver con los mecanismos proyectivos y la vivencia de una frontera dentro-fuera todavía inconsistente dónde teme que su estado pueda “verse” desde fuera.
A: Le digo que “parece que está en un ataque permanente contra sus potencialidades”.
(Con esta intervención trato de que tome conciencia
de la vuelta de la agresión contra sí misma, para salir de esta vivencia de ser un producto fecal).
P: “La dignidad me la tiene que dar él. El otro día viendo la TV. Había una mujer que decía “A partir de ahora lo que hay que hacer es lo que a una le gusta”. Estaba muy segura de sí misma y me daba mucha envidia. Tengo sentimientos de adolescente. Todo el tiempo pensando si voy a caerme, no he llegado a esa madurez, tengo falta de seguridad. No sé qué ofrecer. Ni soy un producto… ¿Qué soy? Soy un diseño sin definir”.
A: “O su diseño lo desprecia”.
(Sigo insistiendo en los mecanismos de vuelta de la agresión contra sí misma).
P: “Soy despreciable, mala, fea inútil, transparente. Nadie me echa de menos. No soy interesante. Como una sombra.. que va. Cada cosa que hago, no estoy segura de que esté bien. Tiene que estar todo perfecto”.
A; “Sí, O perfecta o la nada…”
P: “No tengo ningún interés para los demás, creo que me quedo siempre en el olvido. El hablar para mí es una sobreactuación nerviosa. Veo la línea tranquila de hablar, de estar con los demás más segurola; me sale todo mal. Si hablo soy despreciable, y si no hablo también. Quiero vivir desde la tranquilidad. Quiero que mi cerebro descarte dudas en las relaciones. Y descarte esa carrera por cumplir”.
A; “Sí, quiere dejar el ideal de lado”.
P: “No es humana la actividad cerebral que llevo. Llega un momento en que se me funden los plomos, reviento.” (Aquí, la paciente hace alusión al anclaje en un pensamiento hiperactivo como una forma de asirse a un objeto controlable en el interior, tiene miedo al estallido anal…
a reventar).
“Estoy en carrera cada minuto. Como un carruaje, el
que llevo, con un enorme peso. Quiero desactivar el cerebro de tanta porquería, los tiros van por esos juicios, esos prejuicios, esas descalificaciones. Es una tortura.. ¿Quién me juzga? ¡No he matado a nadie!. Estoy como ante un gran tribunal…”
A: “Sí, dentro y lo coloca fuera, justificándose ante los demás”.
(Aquí trato de hacer alusión a la proyección de un Su-
perYo con una carga sádica importante en el entorno).
P: “Me acuerdo del sueño dónde había matado a alguien, el cuerpo estaba enterrado, matado por accidente, va a aparecer el cuerpo del delito, tengo como un crimen a mis espaldas. Estoy convencida de que soy culpable. ¿Cuál es el mal que he hecho? ¿He matado a alguien de verdad?
A: “Siente que ha matado a alguien… No lo ha matado. ¿El cadáver es el de su padre?”
(En esta intervención, de nuevo, trato de que la paciente pueda diferenciar la Fantasía entre el Sentir y el Hacer. Hago alusión al duelo de su padre que es un trabajo pendiente en su interior).
P: “Mi padre, creo que se murió por ser malo. Una compañera me dijo: “Tu padre se murió porque bebía mucho vino” Creo que el ser malo le ha llevado a morirse”.
A: “De nuevo, confunde el sentir con el hacer…”
P: “Es que soy agresiva, no caigo bien, tan retenida… Cuando soy agresiva tampoco me gusto. Estoy siendo mala”.
A: “¿Y se va a morir como su padre?”
(Esta intervención hace alusión a un objeto paterno ligado en su interior con la connotación de estar poseída por la malignidad, como hemos aludido en los contenidos teóricos expuestos previamente).
P: “La maldad me lleva al desprecio y la muerte. Cuándo me dicen ¡qué majo era, y que era buenísimo, y que era inteligente! ¡Era igual que yo! Yo pensaba que murió por maldad.
A: “No pensaba, piensa¡” (Esta interpretación trata de poner de manifiesto cómo la vivencia de un objeto malo, activa un sentimiento de indignidad y de desprecio y de potencial destructivo en el presente).
P: “Eso de ser mala para mí es terminal”.
(En este material mi paciente nos transmite con nitidez y elocuencia un intenso sufrimiento psíquico derivado de un manejo inadecuado de su agresividad –vuelta contra sí misma, y vivida omnipotentemente-así como de la persistencia de un Yo Ideal liderando su narcisismo y derivado de una frontera Dentro-Fuera, mal configurada.) La misma paciente, nos dice esto año y medio después habiendo remitido su insomnio:
P: “Estoy como enterrada, con una bomba que tiene que estallar… es como un pulpo con un montón de tentáculos, la culpa, el miedo por odiarles, (se refiere a su familia), por esconderme, la penitencia de por vida, por ser culpable, por odiarles y por haberme dado esta vida y ser una desagradecida. Soy anti todo, antisocial, antifamiliar, antiamigos. Tendré que experiementar que estoy libre de esa culpa. Tengo que experimentar el odio y el rechazo, si no, no me veré libre de culpas. Me reprimo mi odio. Lo real es el odio, es lo único real, tengo que dar la oportunidad de enseñárselo, si estalla, tiene que estallar. Esto tiene consecuencia en muchos terrenos, salud, pareja”.
A: Quizás necesita darse el derecho de estar enfadada sin sentir que pierde la dignidad.
P: “Si, que no me quiten ese derecho, esa memoria histórica, lo peor es que quede enterrada porque va a estallar; eso es lo que reclamo continuamente, expresar lo que siento aunque sea políticamente incorrecto, porque es mi verdad, la única que tengo. La opción de callarme existe, pero no es sana, es como la situación de las víctimas aquí, hay que darles voz, si no, la situación no se resuelve”.
Comentario: Se observa en esta sesión el progreso de la paciente en hacerse cargo de sus sentimiento agresivos sin echarlos sobre ella, también la capacidad de vivir esos sentimientos como algo más manejable que pueden estallar, pero que para que no estallen necesita ponerlos en palabra y expresarlos. Se ha podido encauzar hacia el objeto la carga agresiva, eso supone “liberación”, que es lo que ella nos transmite.
NEUROSIS OBSESIVA
La Neurosis Obsesiva es la consecuencia de una regresión a fijaciones anales previas, de ahí que algunas de sus características muestren detalles del funcionamiento psíquico en este estadío, fundamentalmente en torno al primer Subestadío Anal, dónde la carga de lo pregenital es muy elocuente.
El obsesivo vive atormentado por la necesidad de preservar en su interior un objeto que ha anegado con su sadismo y hostilidad ya que la integración libido y agresión aun es muy endeble. Sus sostenibilidad depende de su anclaje objetal, por eso perderlo implicaría la deriva hacia un funcionamiento psicótico.
Estos sujetos con su sentimiento de incompletud, su miedo, la incertidumbre de los límites de su cuerpo sus experiencias de despersonalización, están obligados a ejercer un control muy estrecho con sus objetos significativos, ya que la vivencia de posesión de éstos es absolutamente vital para ellos. Bouvet lo describe así: “Para ellos, mantener este equilibrio es vital, ya que suple las relaciones más evolucionadas a las que el sujeto no ha podido llegar, y puede haber cataclismos si se rompe el estado de equilibrio y coherencia del Yo”.
La insuficiente integración de la líbido y agresión unida al sentimiento de omnipotencia aún vigente en este estadío hace que las investiduras afectivas oscilen de un polo a otro de forma dramática. La hostilidad adquiere tintes tanáticos que obligan a una recuperación del objeto a través de maniobras mágicas cargadas de remordimiento y mortificación por el sentimiento de culpa de haber destruido al objeto.
Lacan lo describe como: “Una enfermedad resultante de las primeras actividades de identificación del Yo, es el esfuerzo de restauración de ese Yo, el que se traduce en el destino del obsesivo, al ser un objeto de persecución tanática del sentimiento de pérdida de su unidad”.
Vemos cómo el destino temido del objeto lleva como correlato, la pérdida de unidad y coherencia del Yo, los episodios fugaces de despersonalización a los que antes aludíamos, serían la consecuencia de esto.
El obsesivo se embarca, pues, en un esfuerzo titánico para conservar a toda costa su relación de objeto, ya que esto, aunque esté cargado de una agresividad desligada contiene en potencia un reservorio libidinal que constituye la protección contra la desorganización psíquica.
Las características del pensamiento en el obsesivo nos acercan a la comprensión del funcionamiento simbólico en este estadío. Freud habla de una disociación entre afecto y representación, es decir, emoción e idea. Este es un mecanismo que permite apartar la carga afectiva del pensamiento. La consecuencia es una racionalidad aséptica y árida sin la tintura subjetiva que aporta lo emocional. El obsesivo disocia los elementos en conflictos, y luego hace un desplazamiento de una representación a otra de importancia secundaria. En lugar de condensar, como hace el histérico, separa y desplaza. Separa también el cuerpo-sexualidad del pensamiento, tratando de resolver la conflictiva en el área del pensamiento, por eso se dice que es la más mentalizada de las neurosis.
Estos mecanismos disociativos que tratan de poner la vivencia afectiva fuera de la órbita de la conciencia, por vivir los afectos cargados de agresión omnipotente y destructiva, anidan sobre un funcionamiento mental que por regresión se viven en clave anal, es decir, con una ligazón entre proceso primario y proceso secundario aún endeble. En efecto, el obsesivo va dando bandazos de un pensamiento atravesado por el animismo mágico infantil a la racionalidad aséptica y anónima, expresando así la insuficiente actividad de los procesos terciarios que permiten unir sin confundir, un pensamiento y otro. Estos bandazos obligan al desarrollo de unas defensas que impiden la vivencia invasiva y fuera de la realidad del proceso primario. Son las defensas como la rigidez, el control, la minuciosidad y las verificaciones que garantizan un anclaje en la representación de lo real, aún frágil. Por otro lado, la anulación retroactiva testimonia el protagonismo del pensamiento mágico, conviviendo con la asepsia racional y lógica.
La fijación en estos niveles de simbolización sugieren una secundarización, quizás, precozmente desarrollada como defensa que luego va a dificultar la adecuada integración de los diferentes niveles representacionales.
Esta patología sugiere un cierto nivel de fracaso en los proceso de separación-individuación que no pudieron elaborar suficientemente un “juego” con la realidad externa a través de los fenómenos transicionales. Dicho fracaso va a generar el “fracaso” en lo intrapsíquico de la ligazón y armonía que permiten los procesos terciarios.
El obsesivo testimonia la dificultad de la puesta en relación de lo interno y lo externo haciéndolo convivir sin confundirlo, del pensamiento y el acto, de la fantasía y la realidad. Estas confusiones intermitentes, generan el pánico y la angustia que retroalimentan las conductas defensivas que secuestran muy a menudo su cotidianidad.
El paciente obsesivo, finalmente, agoniza en la frontera entre lo dual y lo triangular, sin poder respirar el alivio que supone ampliar su mundo al descubrimiento de una tercera dimensión” que permita el juego con los vínculos internos y externos.
CONCLUSIÓN
Nuestro Sujeto Anal recibe un empuje definitivo en este periodo tanto en el plano simbólico como narcisista, un empuje que le va a posibilitar una relación objetal con un nivel de autonomía en dónde lo percibido, no va a estar condicionado por la servidumbre narcicista. Es entonces cuándo va a poder aflorar el deseo y la selección de los objetos en virtud del enriquecimiento personal.
El equipamiento intrapsíquico para conducirse en el territorio emocional, impulsará a nuestro sujeto a poder aceptar la aventura vital y , -parafraseando a Winnicott – poder sentirse un ser vivo no sólo un superviviente.
Bibliografía
- Botella, C. y Botella, S. Más allá de la representación. Valencia: Ed. Promolibro.
- Bouvet, M. La relation d’objet. Ed. PUF
- Green, A. (1986). Narcisisme de vie, narcisisme de mort. Ed: Les Editions de minuit
- Green A. Metapsicología Revisitada. Ed. Eudeba Revista de A.P.M. no 51.07 “Lo Pregenital y lo Genital” Leguen Dictionaire Freudien Ed. PUF
- Roussillon, R. y Bernard, G. (2010). La naissance de l’objet. Ed.Puf